martes, 18 de diciembre de 2012

¿Pueden los ladrones robar dos veces a la misma persona?


Aquí os dejo un extracto de Vincenç Navarro, certero, sincero y comprensible.




¿Debería pagarse tal deuda? 

“En realidad, los Estados no deberían pagar la deuda, incluso en el caso de que pudieran hacerlo, pues esta deuda es exagerada y la cantidad de intereses que se ha forzado a los Estados a pagar para poder conseguir dinero, es decir, para que la banca comprara bonos públicos del Estado, es artificialmente alta e inmoral. Y digo inmoral porque esta exigencia de que los Estados paguen intereses altos se basa en que ha sido la propia banca, a través de su lobby, el Banco Central Europeo, la que ha creado la situación intolerable en la que los Estados no tenían otro remedio para conseguir dinero que pagar tales intereses exageradamente altos, pues el Estado no podía pedir prestado dinero del BCE (mientras que los bancos sí que podían). Es como si una persona robara dinero a otra y luego tuviera la osadía de prestarle el dinero robado (porque no había dinero disponible de ninguna otra fuente) a la persona robada, a unos intereses elevadísimos. El ladrón robaría dos veces a la persona robada. Esto es lo que la banca ha hecho. Ha eliminado el instrumento que los Estados tenían para protegerse de la especulación de sus bancos, y así han conseguido intereses de los bonos altísimos”.

Extracto del artículo de Vincenç Na varro en el diario digital “público” (18 diciembre de 2012) 
http://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2012/12/18/por-que-la-deuda-publica-no-debe-pagarse/






jueves, 13 de diciembre de 2012

Paul M. Sweezy. Tª del desarrollo capitalista






Ya nos lo dice el autor en la introducción como afirmación corpórea: “La sociedad es algo más que un número de individuos”. Afirmación, estoy seguro, no gratuita y que esconde tras de sí una doctrina cuasi gestáltica que niega la visión de la individualidad económica; De la idea del individuo que en busca de su propia felicidad favorece per – se a sus congéneres. Así el sistema económico no es un intercambio de simples bienes (o servicios), sino también “entre hombres y cosas”. Afirmada la relación “entre los hombres y las cosas” entendemos que el libro se oriente hacia las relaciones (sociales) en relación a la producción y la distribución.
Dos consideraciones iniciales sobre las relaciones sociales: a. Estas son (en el ámbito de la producción) un problema histórico de tensiones sistemáticas que provienen de los agentes que ocupan las posiciones de capital u de trabajo en los procesos productivos. Por tanto el análisis no debiera circunscribirse a una época particular, si bien es cierto, que Carl Marx eligió la producción industrial como la más importante y representativa de las sociedades modernas.  b. El análisis de estas debe circunscribirse a aquellas que se desgranan de la relación trabajo – capital. El resto de las relaciones sociales deberán incorporarse para un análisis ulteriormente.  
Hemos de convenir por claridad expositiva que las relaciones a las que hacemos sistemáticamente alusión son aquellas capitalistas (entre capitalista y asalariado) y la necesaria existencia de una mercancía que se intercambia; bien en base a una relación entre consumidor y objeto consumido, en función de un valor de uso, o bien en relación al valor cuantitativas entre las propias mercancías intercambiadas en función de un valor de cambio. Así, en el marco de un sistema capitalista, nos explica Sweezy, el valor de cada mercancía se asume diferente a la propia utilidad de aquel que lo consume, para depender de formas menos naturales y universales: La división del trabajo, la producción privada y la posición que ocupan los agentes respecto a ambas.
Así, toda mercancía conlleva implícito un trabajo “abstracto” (abstracto en el sentido de amplio o general) cuyo sumatorio representa al menos una parte del valor de la propia mercancía. Es decir, el trabajo abstracto se materializa en un valor concreto; o dicho de otra manera: el número de unidades (horas) de trabajo se relacionan con un valor monetario concreto. Este es el elemento fundamental para la comprensión del valor de cambio.
De manera que, aparece la contradicción entre el capitalismo y la afirmación primera del autor en la introducción; la contradicción entre la relación entre los hombres (visión de Sweezy) y la relación entre los hombres intermediada irremediablemente a través de las mercancías. Y así, el sistema se apodera de las relaciones entre los hombres, dominando estas y su comportamiento.
Asumiendo todo lo anterior, en una sociedad capitalista, el valor imperante es el de cambio que es aquel asignado en función “de las leyes que gobiernan la asignación de la actividad productiva”. Así, el estudio de este valor puede ser afrontado cualitativamente o cuantitativamente. Asunto este de la cuestión cuantitativa que el autor aborda en el capítulo III.  De manera critica a Marx se afirma que las mercancías han de cambiarse en el mercado, pero no necesariamente en valor 1:1 en función del valor de horas de trabajo:
-          Al mismo número de unidades de tiempo invertido en su producción o en su caso, el mismo tiempo de trabajo socialmente necesario en condiciones normales no generan en el mercado el mismo valor monetario).  
-          El trabajo más cualificado (en el libro traducido como calificado) debe tener una mayor capacidad de producir valor.
Sin embargo, afirma Sweezy que la argumentación Marxista de la reducción de todo trabajo a simple es cierta, en parte porque no es demostrable que la mayor cualificación del obrero para crear valor añadido pueda deducirse del mayor valor de su producto.
Añade además respecto de la proporcionalidad del intercambio las visiones de otros autores diferentes a Marx, como la idea de Smith de “que la competencia en una sociedad de producción, la oferta y la demanda estarán equilibradas sólo cuando el precio de cada mercancía sea proporcional al tiempo de trabajo requerido para producirla”, para después incorporar la afirmación de Marx en el Volumen IIIº de que “la relación de demanda y oferta explica […] por una parte solo las desviaciones de los precios de mercado con respecto a los valores de mercado, y por la otra la tendencia a balancear estas desviaciones”  o que “En el momento en el que la oferta y la demanda se equilibran mutuamente cesan de actuar y el precio de mercado de una mercancía coincide con su valor real”.
Pero, en cualquier caso, continua el autor, la cuestión de la relación y proporción de cambio de mercancías no solamente depende de lo ya dicho, sino también de  otros factores (nuevamente estudiados por Marx) como la distribución del trabajo, la información sobre el costo relativo del trabajo y la información sobre la intensidad de la demanda (necesidades sociales como valor de uso en la escala social y la capacidad de compra del consumidor).
Claro, nos dice Sweezy, el problema no es la demanda (preocupación sistemática de autores precedentes a él como Keynes por ejemplo), sino la distribución de los ingresos (que por cierto es según Marx un reflejo de las relaciones de producción que a su vez son causa de la estructura social particular de una sociedad capitalista). De manera que el ingreso según Marx “está dominada por la distribución del ingreso”  y que por tanto el problema del valor debiera “ser abordada  más bien por la vía de las relaciones de producción”. Porque, las necesidades se cubren tanto en cuanto se cuente con ingresos suficientes, más allá de valoraciones subjetivas.
Excepción a estas formas capitalistas de asignar un valor es el precio del monopolio que es determinado por la apetencia de comprar y por su capacidad de compra (ya que el precio asignado es aquel de la producción general y el valor del producto y diferente al precio que se le hubiera asignado en régimen de competitividad).
Este proceso mercantil, que debía responder a un esquema muy simple de Mercancía que se vende – Dinero que se consigue – Mercancía que se compra (y que se vende) (M –D –M´) queda diabólicamente transformado (según Marx) en la que el dinero es el principio y el fin de todas las relaciones sociales (D-M-D´); de manera que a la mercancía se incorpora la fuerza de trabajo y por tanto el trabajador mismo[1].
Así, en un sistema capitalista, el valor total de una mercancía se divide en tres componentes: El capital constante (c): el valor de los materiales y la maquinaria utilizada (y que se mantiene constante de origen a fin); el capital variable (V): resumida en la fuerza de trabajo y al ser variable es la que permite que su depreciación genere la plusvalía y la plusvalía misma (que no produce plusvalía porque lo es en  sí misma). De tal modo que:
 Valor Total: c + v + p
La explicación marxista entre esta fórmula y la depauperización del proletario se expresa a través de la conocida “tasa de plusvalía”, que supone considerar la “c” constante y por tanto hace esta mayor sólo si el capital variable disminuye (lo que es sobre todo el salario de los trabajadores o el aumento de las jornadas de trabajo a precio constante). En la teoría marxista, esta fórmula es el origen de la tasa de ganancia (la proporción de plusvalía respecto al desembolso total) o la composición originaria del capital (de manera que es matemáticamente demostrable que la forma de aumentar la plusvalía es la misma que la de ganancia)[2].
Sobre la tasa de ganancia observaba Marx una tendencia descendiente y que para Marx tiene carácter de tendencia, y por tanto en parte paliable o contrarrestable a través por ejemplo del abaratamiento de los elementos del capital constante y variable (reduciendo costos vamos…) a través (entre otros mecanismos orientados más a la reducción del capital constante) de la depreciación de salarios, el aumento de las horas de trabajo o la intensidad de este. Además de producir una tendencia evidente que es que si la tasa de ganancia se reduce, para que el capitalista se lleve el mismo beneficio bruto o le aumente requiere casi irremediablemente de aumentar la cantidad de producción (y por tanto una aceleración significativa de la producción, lo que además sobreexplota el medio).  
Otros elementos que influyen en la tasa de ganancia son el comercio exterior (que puede abaratar la adquisición de materias primas), las fuerzas sociales (sindicatos, organizaciones patronales) o modernamente, la deslocalización de la producción.
Tras esto Sweezy aborda el tema de la acumulación y el ejército de reserva. El primer paso para la acumulación es por supuesto lo que el autor denomina reproducción simple (que supone que de manera global el capitalista recupere el total de su inversión inicial y gaste el restante de la plusvalía en consumo y que el obrero gaste el total de su salario también en consumo) y que permite que año tras año el proceso de producción capitalista pueda continuar en un nuevo ciclo.
La explicación de los procesos de acumulación se explican aquí a través de “Ceteris paribus” en el que se divide la industria en dos grupos:
a.       Aquellos que producen los medios de producción.
b.      Aquellos que producen los bienes de consumo.
De modo que a cada uno de ellos se le supone un valor total en relación a las variables explicadas con anterioridad (costes fijos, costes variables y plusvalía). Así, para cumplir el requisito de la reproducción simple, el capital constante usado (c) debe generar una producción tal que permita el consumo combinado de obreros (salarios) y capitalistas (plusvalía). Por tanto (y esto puede ser explicado matemáticamente): el capital constante de la producción de artículos de consumo ha de ser igual al variable de la producción de los medios de producción más su plusvalía resultante:
C2: v1 +p1
Claro, la demanda total es la suma de los salarios y las plusvalías y que, dice Marx, es difícil que sin planificación previa lleguen a igualarse. De modo que estas  probables discrepancias entre la oferta y la demanda se manifestarán en trastornos generales del proceso productivo.
Pero, de donde viene la acumulación capitalista si, como hemos afirmado “ceteris paribus” este consume por definición toda la plusvalía?. Pues en realidad, no lo hace (y aquí una de las contradicciones entre dos conceptos como la Reproducción simple y la acumulación de capital), ya que el interés fundamental del capitalista no es el del valor de uso sino el de ampliar su capital. Así, la tendencia será a aplicar la mayor parte de su plusvalía en nuevo capital que le permita apropiarse de más plusvalía. Por tanto, esta no será utilizado en consumo, sino en inversión (forma particular de consumo que no genera en sí mismo un valor de consumo). Así, el capitalista es también absorbido por la lógica del sistema, en vez de buscar “un fin positivo” de su propia riqueza (porque acumular y consumir son acciones contrarias). No obstante, con mayor o menor valor añadido, ambos tipos de consumo (consumo e inversión) promueven por igual la demanda (independientemente de la diferencia en el valor de uso entre ambos), lo que permite mantener el statu quo.
Además, Marx encontraba una lógica maquiavélica en el hecho de que el capitalista decidiese no consumir su plusvalía más que en inversión, ya que, como esta se orienta a capital  constante y variables, aumentar la plusvalía, pasa por reducir el capital variable de la operación y por tanto, y nuevamente, la depauperización del obrero. Pudiera parecer, nos die Marx, que el aumento de la acumulación de capital genera un aumento de los salarios, pero el mismo nos explica que en un sistema capitalista el precio de la mano de obra responde a la ley de la oferta y la demanda (como cualquier otra mercancía) y que por tanto, una masa de población dispuesta a trabajar pero que no encuentra donde, empujaría significativamente los salarios hacia abajo. El acuña esta masa como el “ejército de reserva de  trabajo” o “población excedente  relativa”.
Por otro lado, Marx habla de la transformación de los valores en precios. Para ello supone que la ley del valor controla directamente los precios de todas las mercancías. Esto implica suponer que la composición orgánica el capital es la misma en todos los sectores productivos; pero en la vida real esta es (según ejemplo del propio Sweezy) “relativamente alta en la industria eléctrica y relativamente baja en la industria del vestido”.
Así, los capitalistas trataran de maximizar la tasa de ganancia (hasta que ya ninguno pueda mejorar su situación), aunque el soluciona este problema afirmando que lo que el capitalista buscará será un porcentaje sobre la inversión, es decir: una “tasa media de ganancia” y de esta manera los valores se traducirían según Marx en determinados precios.
Sweezy califica este método de cálculo como insatisfactorio. Expone así otros métodos alternativos como el método Bortkiewicz  (basado en la misma idea original de Marx de que los precios se derivan e los valores).
Por otro lado, Marx observó en una clara tendencia cíclica del sistema capitalista, por lo que a los problemas ya consignados se le sumo otro de proporciones inmensas: La naturaleza cíclica de las crisis capitalistas. Para ello hemos de volver a recurrir a la fórmula ya explicadada D – M – D´. circuito donde el capitalista comenzaba con un capital original que pretendía ampliar a través de las mercancías (circuito en el que “todo empieza y termina en el dinero). Claro, le incremento entre D y D´ no tiene por su mismo un valor de uso (sino simplemente de cambio). Así, el capitalista devuelve constantemente su dinero a la circulación con el objetivo de incrementarlo y obtener ganancia.
Así, en este simple proceso de incremento de D puede ocurrir que coyunturalmente a. este sea negativo (el capitalista pierda dinero), lo que le hará retirar su capital, se reducirá la circulación y comenzará una crisis seguida de sobreproducción o b. Descenso del incremento (es decir descenso de la tasa de ganancia) que produciría un aplazamiento de las operaciones capitalistas temporalmente (porque un capitalista, si quiere seguir siéndolo debe más tarde o más temprano reinvertir), lo que conllevará nuevamente  crisis y superproducción. (por tanto, Marx demuestra que no es necesario que la tasa de ganancia sea negativa para producir crisis de superproducción y que basta en principio con que esta se reduzca sensiblemente). El `punto de bajada peligroso es aquel en el que la tasa de ganancia cae por debajo del tipo de interés.
Por otro lado, además de crisis conocidas como de realización, en el que la desproporcionalidad entre las diversas ramas de producción son la base de la misma, nos encontramos que la tasa de ganancia tiene una tendencia decreciente que para ser paliada genera tensiones (presión sobre los salarios, aumento de las jornadas de trabajo, etc), pero además obliga a un aumento de la producción significativo y sostenido en el tiempo para producir la misma ganancia neta con tasas de ganancias menores. Esto en un contexto de bajada de salarios hace que al final la producción total no encuentre mercados ni salarios suficientes para asumirlas (recordemos que hemos convenido que la plusvalía no se destina al consumo final).


[1] En este punto, téngase en cuenta la consabida depauperización del proletario y la reducción de sus medios de subsistencia hasta la pérdida de los mínimos para continuar con su trabajo.
[2] No parece este el formato más adecuado para explicar matemáticamente las deducciones de la tasa de ganancia o la composición originaria de capital. Que el lector acuda a la fuente original si lo desea.